La llegada de internet y de las redes sociales
ha modificado las estrategias de captación de las sectas —también
conocidas como grupos coercitivos— que ahora cuentan con nuevas
herramientas para atraer a posibles adeptos. De los panfletos y los
anuncios en revistas y periódicos, estas organizaciones han saltado a la
red, obteniendo un alcance más inmediato y global.
Antes se llegaba a la gente con papeles pegados en las calles,
ofreciendo cursos o conferencias, o bien te paraban para ofertarte
cualquiera de las actividades del grupo. De esta forma atraían solamente
a la gente de la zona, pero ahora el sector al que pueden alcanzar es muchísimo más amplio.
Prácticamente todos los grupos de este tipo, sustentados sobre una serie
de procedimientos encaminados a fomentar la devoción de sus miembros
hacia una ideología específica o hacia el propio líder y caracterizados
por emplear técnicas de manipulación psicológica, tienen presencia en internet. Y no prevalece ningún perfil concreto.
Con un buen posicionamiento SEO (las técnicas que se utilizan para
aparecer en los primeros puestos de buscadores como Google), estas
organizaciones optan por tener distintas páginas web en las que
se hable de ellas de forma positiva y en las que se presenten como
grupos atractivos y sólidos. Prácticamente todos los
grupos tienen páginas web. Y no una, sino muchas. De hecho, acaban
abriendo una por cada país y por cada zona de ese país, alabando las
cosas que hace el grupo. De esta forma son más accesibles y, por tanto, llegan a más gente, además que se
llegue a las páginas críticas se hace difícil y complicado. Las
personas normalmente pueden mirar como mucho las tres primeras webs de
cualquier buscador, y luego dejan de buscar, por lo que es difícil que descubran los aspectos críticos.
Las estrategias de captación que emplean son muy
variadas. A veces piden que el visitante deje sus datos en la página
para enviarle información de las actividades; en otros casos, a través
de los vídeos, acaban animando a la gente a que se apunte a cursos de
formación, en algunos casos gratis pero en otros de pago.
En Youtube, la plataforma que muchos usan como escaparate —como en el caso de la Bioneuroemoción—, se prohíben los vídeos que contengan desnudos o contenido sexual, contenido violento o gráfico, piezas con incitación al odio, amenazas, spam, violaciones de los derechos de autor o contenido perjudicial y peligroso. En este último punto es en el que podrían escudarse aquellos que quieran denunciar los vídeos de estos grupos, debido a que sus teorías podrían, en el caso de los grupos pseudocientíficos, conducir a alguien a creer que una enfermedad puede curarse con “el método” y renunciar a tratamientos médicos reales.
Facebook posee una política similar a la de la compañía de Larry Page y Serguéi Brin. En concreto, los puntos que podrían usarse para oponerse a los anuncios de estos grupos serían los que afirman que “los anuncios no deben constituir, facilitar ni promover productos, servicios o actividades ilegales” y “los anuncios no deben incluir contenido falso, fraudulento o engañoso, como afirmaciones, ofertas o prácticas comerciales que puedan inducir a engaño”. Sin embargo, probar que estos grupos realizan actividades ilegales no es fácil.
En ocasiones, se solicita el cierre de algunas páginas y la retirada de publicidad, pero el número de webs es muy alto y los grupos cambian su cara con mucha frecuencia. Para conseguir una retirada habría que demostrar que están cometiendo un delito que esté tipificado.
Por desgracia para víctimas, familia y para la propia sociedad, internet ha supuesto un trampolín para los grupos coercitivos que trabajan en su posicionamiento y su presencia web con el objetivo de captar a nuevos miembros que sigan sus planteamientos y respalden sus teorías. Al menos por el momento, las políticas de las compañías y el sistema judicial no son defensa suficiente para frenar su actividad, que cada día crece en usuarios y visitas.
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