En una entrada anterior hablé de la obsolescencia programada: "la limitación de la vida útil de un determinado producto o servicio para que, tras un número determinado de horas de uso definido por el fabricante el producto o servicio deje de funcionar, lo que implicará casi irremediablemente que tengas que adquirir un nuevo".
En estos días el tema ha vuelto a la palestra pública, cuando la fiscalía francesa investiga a Apple por obsolescencia programada de sus Iphones.
Pero nos vamos a centrar en la historia de la obsolescencia programada.
La obsolescencia programada (o planificada) está asociada a un nombre:
Phoebus. Y su nacimiento está asociado a un producto muy específico: las
bombillas. Phoebus era oficialmente una empresa de procedencia
helvética llamada "Phoebus S.A. Compagnie Industrielle pour le
Developpement de l’Eclairage", pero en el fondo se trataba de un cártel, el cártel Phoebus.
El cártel Phoebus fue firmado el 23 de diciembre de
1924, y estuvo vigente hasta 1939, reduciendo la
competencia en la industria de las lámparas incandescentes durante unos
15 años, y fue acusado de impedir avances en la tecnología
que podrían haber llevado a la producción de bombillas de una duración
mayor.
El cártel tuvo como objetivos:
- Controlar la producción.
- Controlar las ventas.
- Controlar los precios.
- Marcar los mínimos de calidad.
- Marcar la duración de las bombillas (1000 horas).
Cualquier producto que sobrepasase este umbral de uso se arriesgaba a una penalización por no acogerse a esta normativa.
Osram,
Philips, Tungsram, Associated Electrical Industries, Compagnie des
Lampes, International General Electric, Lámparas "Z", España y el GE
Overseas Group eran miembros del cártel Phoebus. Todas estas empresas
eran propietarias de un paquete de acciones en la empresa suiza
proporcional a las ventas de sus productos.
El cártel Phoebus fue el primero que tuvo un alcance global. Incluyendo
los principales productores de bombillas de Europa y EEUU, incluso
lejanas colonias ubicadas en Asia y África.
Aparentemente,
el cártel dejó de funcionar en 1955, pero esta iniciativa fue un
estupendo aliciente para que muchos otros fabricantes se animaran a
ponerle una caducidad a lo que vendían. Y es algo que, por desgracia,
llevamos arrastrando desde entonces y que nos lleva a adquirir nuevos
productos en lugar de pensar en repararlos, como ocurre en países en
vías de desarrollo.
Empiezan
a surgir movimientos preocupados por luchar contra la obsolescencia
programada, empeñados en fabricar productos de larga duración, con menor
impacto ecológico (transporte, logística, recambios, contaminación...).
Uno de ellos es Warner Philips y su proyecto Lemnis Lighting, desde donde venden bombillas de larga duración (25 años de uso) a un precio muy ajustado.
Como curiosidad, la ciudad de Livermore en California ostenta el récord de poseer la bombilla más longeva del mundo. Se colocó en 1901 en una estación local de bomberos y cada año recibe un contundente homenaje.
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